La caries dental es una enfermedad multifactorial y uno de los problemas de salud más comunes a nivel mundial. Aunque la higiene bucal, la dieta y otros factores ambientales son determinantes, la genética también desempeña un papel clave en la susceptibilidad individual.
Un reciente artículo publicado en Gene Expression señala que la caries tiene una base genética poligénica, es decir, está influida por múltiples genes que intervienen en distintas vías biológicas. Destacan los genes implicados en la formación y mineralización del esmalte, como AMELX, ENAM y la familia MMP, que condicionan la resistencia del diente frente a la desmineralización ácida. Otros genes regulan la composición y el flujo de la saliva, como CA6 y MUC5B, esenciales para neutralizar ácidos y mantener el equilibrio de la microbiota oral. También se han identificado genes vinculados a la percepción del sabor, capaces de influir en la preferencia por alimentos azucarados y, por lo tanto, en el riesgo de caries, tal como genes de la respuesta inmunitaria como MBL2, que modulan la defensa frente a bacterias cariogénicas.
El riesgo real de desarrollar caries surge de la interacción entre estos factores genéticos y el entorno. Por eso, integrar el análisis genético en la práctica odontológica permite avanzar hacia una odontología personalizada, capaz de identificar a las personas con mayor tendencia y de diseñar estrategias preventivas más precisas y eficaces.