El miedo al dentista es más común de lo que parece y afecta a entre un 8 % y un 20 % de niños y adolescentes. Sin embargo, su origen no siempre está relacionado con experiencias dolorosas en la consulta.
Estos pacientes no temen tanto al tratamiento en sí, sino al contexto emocional que despierta: estar tumbado, en una posición vulnerable, mientras una figura de autoridad actúa en su espacio personal. El estudio, basado en más de 5800 adolescentes del proyecto HUNT, revela que el vínculo entre experiencias traumáticas y miedo al dentista es especialmente fuerte en las chicas.
Los investigadores destacan que el acoso escolar puede generar una hipersensibilidad a las intenciones ajenas, haciendo que los silencios o la falta de control durante una cita dental evoquen emociones previas de inseguridad o rechazo. Esta reacción emocional puede convertirse en un obstáculo que lleve a evitar las revisiones y tratamientos preventivos, afectando la salud bucodental a largo plazo. En esta línea, el artículo sobre la visita al dentista y el cuidado integral en jóvenes universitarios refuerza la importancia de mantener una relación constante con el odontólogo desde edades tempranas para prevenir complicaciones y reducir la ansiedad asociada a la atención dental.
Por ello, los expertos recomiendan que los profesionales adopten una comunicación empática: preguntar por los temores del paciente, explicar cada paso del tratamiento y reconocer sus emociones puede reducir la ansiedad y mejorar la experiencia clínica. Comprender el miedo al dentista como un fenómeno psicológico complejo y abordarlo con un enfoque humano y cercano no solo mejora la atención inmediata, sino que también promueve una mejor salud oral a largo plazo.